Supongan ustedes que un reconocido antropólogo decide contar lo que han supuesto cuarenta años de historia para dos poblaciones concretas, en este caso Pare, en Indonesia, y Sefrou, en Marruecos. Supongan también que el investigador en cuestión se encuentra, lógicamente, con un amplísimo abanico de posibilidades narrativas. Y supongan, finalmente, que ese mismo especialista acaba planteándose lo que de verdad hay que plantearse: cómo han cambiado, en ese lapso de tiempo, no sólo sus objetos específicos de estudio, sino también la relación del intelectual con el mundo, la antropología misma e incluso su propia ...